Aquí la primera parte de lo que Enrique Reyes [se] escribió en las últimas 3 semanas.
1.
También muero extrañamente,
me mata igual tu silencio
que llega al cuerpo cual fuego
infinito e indolente.
Siento pena de tu adiós
como se apenan los días
de no escuchar tu voz.
Es tu ausencia, gran amiga,
es tu ausencia que me obliga
a tragarme este dolor.
Hago cuentas de las noche
que sueño tus manos en mi,
repaso los amores pobres,
las historias que dejé ir.
Ya no digo letras armoniosas,
ya no salen versos bien armados,
ya no puedo decir esas cosas
que se dicen los enamorados.
En recuerdos quedan ya los besos
que otrora con pasión nos dimos
y se marcaron con pinceles
de indeleble resplandor.
2.
Amigo Reyes:
Te entiendo. Es lo primero que debes saber. Te entiendo.
He sentido, como tú, cómo se desgarra cada pedazo de corazón por el amor no concedido de forma definitiva a Delmira... y la entiendo, eso también debes saberlo. La entiendo.
También se ha apoderado de mí esa sensación de vuelo, ese afán por escapar del encierro que uno mismo se ha impuesto. yo también quiero amar y volar, yo sé lo que es mentir por amor, así suene extraño e incoherente. Lo que pasa es que el amor hincha el corazón con un líquido tan irresistible como voluble.
Amar es una decisión que tomo a diario, cada vez que el rostro amado me sonríe con ternura y entrega; y sé lo que se siente enamorarse de la libertad. La libertad de amar es algo que pocos comprenden. no muchos han tenido que cargar con los grillos de sí mismo, no saben qué se siente llevar esa angustia única del que causa dolor sin ninguna intención malvada, sólo controlado por la necesidad de salir corriendo a otros brazos, a otros labios, a otros cuerpos; y siempre sintiendo que hace falta algo, sin querer nunca reconocer que eso que falta, ese vacío no se puede llenar porque está ahí, tan adentro... pero ya te fuiste.
Sí te entiendo, sí que te entiendo. Desde el primer momento te he entendido y he qurido conocerte más, saber más de ti, qué quieres y qué no, qué sientes y cómo poder conocerte bien, quererte bien y felizmente. No sé cómo amar, tal vez me falta la víscera con la que se ama, tal vez es sólo una impresión que después se esfuma. Pero sé que te amo, te amo con mucha sinceridad y angustia.
Adiós, ya te fuiste.
3.
Hoy
comenzamos de nuevo, y comenzamos mal. No puedo entender, más allá del
entendimiento de siempre, por qué ahora te muestras insensible e indiferente.
Sigo queriendo que el tiempo se detenga en domingo, ahí cuando en mis
piernas te mecías con la paz que siempre nos hace falta. ¿Cuántas veces más la
vida nos va a regalar oportunidades? No lo sé. No sé si haya acaso más
oportunidades para este amor acongojado y pasional. Te miro hoy con la vergüenza
del que sabe lo que ha hecho y no tiene manera de remediarlo. Que sean la vida
y el tiempo quienes me den los medios para crecer… para creer… para cambiar y
volver a hacerte feliz. Y yo espero poder ayudarlos.
Y ahora es él
quien la besa. Ya no puedo yo gozar de sus labios como antes lo hacía, ya no
soy yo quien a Delmira abraza sin culpa ni arrepentimiento. Es ella la misma
que me rechaza. No sé… tal vez sean mis letras que no me salen tan bien, tal
vez sólo quiero que sea mi mujer y ella quiere que la deje en paz. No sé qué
sea, pero apenas unas horas y ya siento que me mata.
¿Dónde dejo estos
besos, dónde?
Coqueteo con la
prosa porque el verso parece sólo darme golpes de rechazo.
Quisiera que
nacieran en mí las imágenes bellas y deliciosamente dolorosas que invaden mi
corazón y cada segundo libre de mi mente. Muevo mi lápiz imparablemente con el
único afán de no dejar morir el impulso de sacar todo este dolor, y aún así,
creo que todas mis palabras sólo siguen llenándome de tristeza interminable.
Usted me abruma.
Truenos. Así suenan
mis latidos y cada uno quiere romper con más fuera mi espíritu atribulado. Me sacude
interiormente el pensar en cada paso errático que he dado en el camino de ser
quien quiero ser y así haciendo daño en tantos amores que se cruzan y seducen
mi alma.
Tanta palabrería
acaso sea para sentir la suavidad que carga consigo dejar este rastro de tinta
que llamamos escribir, acaso sean mis
culpas queriendo prenderse del papel para no volver a mí, tratando de ayudarme
las pobres ilusas. No sé qué es todo esto, pero quiero seguir garabateando
papeles a ver si algún día resuelvo el enigma en que me he convertido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario