lunes, 30 de marzo de 2015

Gracias.

El día internacional
de todo lo que nos gusta.
La celebración vetusta
pero que, siempre especial,
aparta de la normal
y agotadora rutina.
Una fiesta que ilumina
mucho más que reflectores.
Un día pa' los actores
y la gente en la oficina.

Por metido y regalado
se me ocurrió prometer
que lograría tener
un escrito bien cuidado
que incluyera en algún lado
la intención del homenaje.
Nos pusimos lindo traje
para la linda ocasión,
y hablaremos un montón.
Sugiero que se relaje.

Comencemos con la lista
que son muchos invitados.
Algunos más recordados,
otros apenas de vista.
Otras que con revistas
se sientan a chismear,
y terminan de escuchar
para luego ir a decir
que no pueden resistir,
y se largan a contar.

Todos cargamos la Cruz
de asomarnos cada lunes.
Esa forma en que nos unes
y brillamos como luz.
venga en taxi, carro o bus.
Valga decir que es amena,
aunque llegue un poco tarde,
la manera en que reparte...
Muchas gracias, Cruz Elena.

Alba Miriam siempre tiene
un aporte justo a tiempo.
Infaltable pasatiempo
que mejora cuanto viene.
Reluciente nos mantiene
esta casa tan bonita.
Con pasteles y arepitas
soluciona siempre el hambre
y revuelca todo enjambre
con su rara ternurita.

Doña Elvia y miss Julieta,
personajes imperdibles.
En las noches tan terribles
no falta quien les meta
en sus cuentas la completa
maravilla de cobrar.
Aunque nos suele pasar,
que pagando una semana
a la otra vuelve y gana
pues la vuelve ella a pasar.

Ese chino colombiano
que enseñaba a hacer las luces,
que pintaba veinte cruces
a las monjas del rebaño.
Ese hombrísimo de antaño
nos dejó en el 2013,
pero siempre se aparece
cuando hay necesidad.
Muchas gracias de verdad,
Don Alonso se merece.

Edisón el gran papá
es ahora el que controla
la música y la farola.
Y ninguno olvidará
que a las 7 escuchará
un llamado escandaloso:
“me abrís por favor el foso
que acabamos de quebrar...”
cualquier cosa, y sin pensar,
nos ayuda el generoso.

“Buenas tardes, bienvenidos”
todo el día le contesta
a la muy vastosa fiesta
de boletas y sonidos,
y qué pena sus oídos
que lo único que escuchan
son timbrazos que ni ofuscan
ni la hacen maldecir.
La González, sin mentir,
es la secre que usted busca.

Alexander, Don Zuleta,
siempre sabe recibir
con sonrisas y decir
de manera muy discreta
al sujeto o la sujeta:
“Buenos días, compañero.”
Y es de admirar su esmero
en todos su personajes,
y unas gracias también traje
para darle, caballero.

A la niña del saludo
con piquito en la mejilla
que en las redes acribilla
al gobierno tan boludo.
A la niña que no pudo
soportar la biblioteca,
a pesar de ser atleta
y amante de la lectura,
a la niña más figura,
a Rosita la coqueta.

Don Gabriel, el señor Rojas,
a ese mismo lo señalo,
él nos dio el mejor regalo:
arreglar todas las hojas
que en los libros iban flojas.
Y también se le agradece
porque siempre se aparece
por aquí en los estrenos.
Muchas gracias, cuando menos.
Don Gabriel, ¿qué le apetece?

La comedia sin querer
representa Catalina.
Se ríen en la oficina
de sus ansias de poder,
y siempre ha de tener
la opinión definitiva.
Pero se pasa de viva
(y así sí que debe ser)
cuando tiene que vender
las funciones más furtivas.

Mas Murillo, no lo crean,
también tiene su corazón
cuando sale esa pasión
y ese amor con que pelea
defendiendo sus ideas.
El teatro la apasiona,
y es de las pocas personas
que alimenta tu trabajo
que regaña si hay relajo
Y unas gracias no perdona.

Una muchachita flor,
sicodelia que impresiona
deliciosa Peraltona,
Dorita, enredador
personaje encantador,
es Paulita la Bedoya,
tiene un aura que te arrolla
con sólo tocarte el hombro.
Llega a tal punto mi asombro
del tablado a la tramoya.

Paula nos da consejos
sin meterse, de a poquitos,
nos dice que el pastelito
nos engorda cual conejos,
y que al llegar a viejos
estaremos arrugados
con los párpados colgados
si en las noches no estiramos,
si tal vez no recordamos:
El Bisturí es nuestro aliado.

Don Esteban Betancur
es el músico grandioso
que compone tan juicioso
pa' montar Circular Sur.
Se le puede dar yogur
pero nunca le de cerdo,
y lleguemos al acuerdo
de unas gracias principescas,
y montemos mil orquestas
en eso también concuerdo.

Sandra la mosquetera
nos deja siempre molidos
del talón a los oídos.
Tiene una gran manera
de estirar a la ligera
y matarnos del dolor.
Pero siempre con amor
apreciamos su ternura,
esa negrita finura
que dice: “van mejor”

Y la danza de Jorgito
no se queda más atrás.
El también es muy capaz
de acabar con los piecitos,
manos, dedos, tobillitos.
Si las piernas tú no juntas
considérate difunta.
Porque siempre viene el grito
que ya suena tan bonito:
“Punta, punta, punta, puntaaaaaa.”

Una pista escucharán:
las canciones infinitas
de mareas serenitas.
Siempre se recordarán
con un “¿cuándo acabarán?”
los terribles ejercicios
que quitaban tantos vicios:
el abrazo al arbolito,
de Huidobro los cantitos,
no eran todos los suplicios.

Me tocaría agregar
a la lista inacabable
las palabras incontables
que, después de practicar,
y además memorizar,
en el cuerpo metería.
Y tampoco olvidaría
que se cree que está muerta,
y que nunca abrío la puerta
pal ensayo de hace días.

Aclaremos bien quién es:
Con un nombre delicado
que quedó mal acentuado:
Con Omaira Rodriguéz.
Sabemos que como pez
se ahoga entre el licor
y que siempre muestra amor
mientras más trago se vea,
y al final te manosea
la nalguita sin dolor.

Escuchemos con respeto
que el que sigue es respetado
por los años que ha entregado
sin hacer menor objeto.
No sería un gran secreto
declarar que un sólo fardo
no le alcanza al gran gallardo,
pa' contar toda su historia.
Y que no falte la Gloria
del querido Don Eduardo.

Don Eduardo no tolera
que le vayan a cobrar
más de un cuarto de dolar
por una chocolatera
que de ninguna manera
cuesta más que cien pesitos.
“O es que van a hacerse ricos,
de cuenta de mis antojos.”
Y se le salen los ojos
cuando mira esos shortcitos.

Amerita una mención:
porque fue Don Eduardito
quien pasito por pasito
logró la transformación
de Camilo hasta Creón.
Y sus clases de lectura,
en que el genio y la figura
con que toma cada texto,
me sirvieron de pretexto
para armarme de bravura.

Tomaré la consecuencia
de extenderme un poco más.
Me permito una fugaz
demostración de querencia...
con cariño, no con ciencia.
Es usted, querido viejo,
quien me dio el mejor consejo:
“Lea mucho, deje el miedo,
y no tuerza tanto el dedo”
Y desde eso ando parejo.

Avancemos al siguiente
personaje celebrado:
Siempre se ha dedicado
a mover su cuerpo y mente,
y no importa que a la gente
(cuando debe madrugar)
le llegara a molestar
la potencia de su tufo,
porque no hay mejor Tartufo
que el que voy a presentar.

Andrés Moure en el papel,
se conoce por Jasón,
por el Diablo, por Creón,
y por un niño “Miguel”
que no se parece a él
ni un poquito, ni un poquito.
Quedaría yo cortito
si dejara de nombrar
que le gusta manejar
los carros como un diablito.

Pero el muy famoso gordo
me recuerda que un actor
puede ser gran director.
Y aunque sea zurdo-sordo
cada vez que yo lo abordo
siempre me sabrá decir
que no debo permitir
a nadie matar mis sueños.
Y por eso, con empeño,
Gracias he de repetir.

Un señor que no parece
del color que su apellido.
Y es que nunca se ha sabido
(porque nunca se enrojece)
porque al “negro” obedece,
como verde lo señalan,
y sabemos que lo halan
del polo los amarillos,
y pa no ser más sencillo
con sus canas se acicala.

Ramirito tan querido,
me mostraste en Harpagón
lo que puede una pasión.
Con Medea estás metido
de la nodriza en su nido.
Y siempre tienes la frase
para todo aquel que pase
inocente al camerino:
“Deme platica, Camino,
pa comprar dos, tres envases”

Pero es grata la experiencia
de saber que en esta casa
hay un rojo que traspasa
a mi dios con pura ciencia
y objetando de conciencia.
Y es también gran consejero
cuando estamos en primero,
y no deja que olvidemos
por qué hacemos lo que hacemos,
por qué somos teatreros.

Avancemos que ya pronto
han algunos de empezar
a reír o hasta chiflar
de tan tonto que es el tonto.
Pero bueno. “Siempre monto
antecitos de la obra”
Pensaría que ya sobra
decir nombre, porque casi
lo estriparon varios “tasis”
que no entienden su maniobra.

Como saben, Héctor Franco
es ahora la persona
objetivo de la broma
de que todos fueron blanco.
A este man de ser tan “franco”
se le dio por confesar,
que si no pudo llegar
a la hora de vestir
fue que tuvo que dormir
y no pudo despertar.

Injustamente burlado
(así pienso por lo menos)
cada que arregla los frenos
me deja maravillado.
¿Cómo nunca se ha quedado
dormidito manejando?
Y me sigo preguntando
¿por qué razón en el mundo
al señor meditabundo
siempre lo andamos buscando?

Sin palabras quedaría
si mi empresa se basara
en las cosas que enseñara
en los talleres de aquel día.
Tan solo me bastaría
a los duros recordar
que no es fácil ocultar
lo que piensan los de antaño:
“Hace tanto que lo extraño,
ojalá vuelva a enseñar.”

Ruderico Salazar.
Octosílabo perfecto,
pero tiene un gran defecto:
es el rey pa' morcillear.
Muchos podrán alegar
que la historia es aburrida
pues se queda hasta dormida
la monjita del VH,
con su cara de mapache.
Ay, ¡qué clase divertida!

Pero Rude es el mejor
pa' toda la cosa física,
y no hablemos de su tísica
imagen con el licor:
se parece a un “dottor”
de aquellos de la comedia.
Y si sale en la tragedia
de Edipo el parricida,
siempre llega la temida
fusión con tragicomedia.

Y al final de Ruderico
sólo me quedar decir
que llegaría a mentir
quien dijera que un perico
habla menos. Yo me explico:
Todo el mundo en un concurso
tiene claro que el recurso
tan famoso de alargar
nadie puede dominar
como Rude en el discurso.

Una mente tan brillante
como nadie nunca ha visto...
siempre alerta, siempre listo
para ensayos extenuantes.
Nunca fue muy buen cantante,
y aunque sí muy buena gente,
siempre se vuelve en demente,
alarmante, vivo y cruel
cuando sabe que el papel
no salió perfectamente.

Siempre el mismo chascarrillo
de las letras de canciones.
Son azules sus calzones
y uno que otro es amarillo.
Le molesta el cigarrillo
pero en fiestas siempre intenta.
En las luces se te inventa
un paisaje con colores,
y disfruta los dolores
de los retos que él enfrenta.

Es Albeiro, ¿cómo no?
El amante de la fuerte
sensación que da la muerte.
En las obras que montó
siempre al final quedó
un muertito pa' lloralo.
Y si alguien nos dio palo
enseñándonos a actuar
fue un Edipo de admirar.
El mejor de los regalos.

La ternura en un humano,
la dulzura incabable,
la simpleza tan palpable,
su camino tan liviano.
Tantos libros en su mano,
todos aquellos amigos
que sirvieron de testigos
para hacer enamorar
a quien llegara a escuchar.
Empezando, obvio conmigo.

Cada clase, cada verso,
cada letra, cada invento,
cada día un nuevo cuento
cada apunte tan diverso
cada clase un universo.
Cada uno su Haikú
colgadito de un bambú,
mil suspiros que sofocan
sólo éso nos provoca
una Silvia como tú.

Imposible de olvidar
el mejor de los amigos
el mejor de los Rodrigos
que pudimos abrazar.
El peor de recordar
por los llantos que nos llegan...
pero nadie aquí me niega
que una luz que no se apaga
es de DonRo Saldarriaga.
¿Y las lágrimas? Bien puedan.

Es, en fin, el gran teatro,
aunque se llame Pequeño,
el barquito de mi sueño
que en mis tiernos veinticuatro
ha cargado sin maltrato
todas mis ilusiones.
Y tendría mil razones
para dar 200 años.
Porque “mucho” no es tamaño...
no entre tantos corazones.

27/03/2015