repleta como barril
y sólo ve la febril
mirada de la condena,
su existencia no es amena
ni al contar un tonto chiste
ni al buscar algún despiste
que las cuitas aligere...
¿es ahí cuando prefiere
el pecho ponerse triste?
¿Es la soga que acogota
sólo hebritas enredadas
una a otra, hebriatadas,
una buena, una rota...?
¿O es acaso la remota
sensación de libertad
que se aleja sin piedad
abrasando los placeres
que no tienes y que quieres
y que han muerto de verdad?
Y, ¿por qué cuando lloramos
las desdichas se despejan,
y las quejas ya no aquejan,
y pensamos y pensamos
y al final mejor nos damos
veinte besos y apretones?
Y, ¿por qué ante los montones
de rencores y tristezas
se te nubla la cabeza
y ni pones ni dispones?
¿Es mejor entre promesas
de callar sintiendo todo,
encontrar el acomodo
para no sembrar malezas
en jardines de riqueza?
¿Es mejor entre lamentos
no respirar los momentos
y buscar siempre la forma
de romper con esa norma
de vivir mágicos cuentos?
¿Es mejor que una cuarteta
finiquite el desespero
del fatídico aguacero
que se asoma en la careta?
25/07/2019