1
Hoy me habló. Delmira me habló. Tal vez después de la boda
esta es la segunda o tercera vez que me habla, y siento tanta emoción como
miedo. Me emociona escuchar su voz y notar esa leve sonrisa en su rostro, y al
mismo tiempo me asusta que sea, como otras veces, efímero. Si ella supiera lo
que significa para mí su sonrisa… si supiera que cada vez que acepta mis
palabras creo que el mundo se ilumina para mí, para nosotros.
Sé que le he hecho daño y que cada vez que me besa ella
también teme que sea la última. No sé cómo decirle que la amo sin que eso sea
tristeza escondida en el amor, pero la amo con pasión y culpa y sé lo bárbaro
de mi querer.
2
Te hablaré de Ugarte, Manuel Ugarte.
Creo que todo aquel que conoce la historia de Delmira y yo
podría pensar ingenuamente que el problema es Manuel, él mismo, Ugarte como
hombre. Pero se engañan. Ugarte es sólo un hombre, un escritor que contó con la
fortuna de recibir naturalmente los afectos de Delmira.
No, Ugarte no es más que un afortunado. El problema es lo
que el señor Ugarte representa: miedo e inseguridad. Él es la imagen explícita
de mis celos y mi falta de amor propio, y si hoy es Ugarte quien causa mi
indisposición, mañana puede ser un Carlos, un Fabio, un Felipe, un Damián, un
Ricardo… en fin.
Es Ugarte el fantasma que me recuerda que puedo ser
olvidado, borrado del corazón de mi amada Agustini. Ugarte es la
personificación de mi miedo.
3
Intentaré, temeroso, un soneto.
Comenzar es siempre dura tarea,
pero deliro porque ella me lea
desde mi atribulado parapeto.
El miedo, que disfrazo de respeto,
Es el mismo que, entre gritos, corea
El fantasma que a mi mente permea
Por no hacer de mi amor algo concreto.
No acuden a mí imágenes bellas
Con qué poder conquistarla de nuevo,
No aparecen esos brillos de estrellas,
No hay palabras ya donde me conmuevo
Ni son mis ilusiones como ella…
Quisiera escribir bien, pero no puedo.